Ser actor por un día

Viajar multiplica de manera exponencial las posibilidades de vivir situaciones que ameritan el título de Anécdota. Cuando estamos en movimiento, cada día se trasforma en único y cada experiencia viajera en trascendente. Pero hay anécdotas que marcarán al viajero de por vida por tener un contenido fuera de lo ordinario.

Hagamos juntos este ejercicio: escribamos en una hoja los primeros recuerdos de viajes que vengan a nuestra mente y que tengan que ver con hechos o situaciones inusuales. Probablemente muchos de nosotros hayamos escrito historias que sobreviven a todo tipo de formateo. Yo dividí mi lista en tres partes; primero clasifiqué las anécdotas inolvidables como: nadar de noche con Fitoplancton, caminar por el cráter de un volcán activo, subir a una de las montañas que está más cerca del sol y al lugar donde menos pesamos en la tierra, dormir en la cima de una de las formaciones geológicas más antigua del planeta, ver el amanecer en un oasis en medio del desiertoconocer uno de los tres pueblos del mundo donde la gente vive hasta los 130 años, parar un huevo en un clavo sobre la línea del Ecuador, entre otras. 

La segunda clasificación tiene que ver con historias polémicas que viví como por ejemplo: situaciones de robo, presenciar la escena donde un chico casi prende fuego a otro rociándolo con nafta por temas pasionales, tener que salir corriendo desesperadamente por un enjambre de miles de abejas que nos sorprendió en las ruinas de Pisac en Perú,  y dejemos de contar (por suerte). 

Pero la ruta obliga a generar un tercer tipo de anécdotas que categorizaría como bizzaras. En mi caso esta distinción la descubrí cuando, alojado en un hostel en Bogotá, un productor del canal Caracol TV me convocó junto a un grupo de viajeros a trabajar como extra en la novela del prime time de la televisión colombiana, llamada La Selección.

El lugar del rodaje era Villa de Leiva, un pueblo ubicado a tres horas al sur de la capital del país cafetero. Este sitio había estado en mi itinerario tentativo por Colombia, pero lo descarté ya que exigía desviarme mucho de la ruta que iba en dirección norte hacia el mar Caribe. Una vez más el viaje me demostraba que el no-plan era el mejor de los planesLos viajeros seleccionados para participar del evento éramos veinte, en su mayoría de origen europeo. Las indicaciones que nos había dado Leonardo (el productor) era que estuviéramos preparados a las cinco de la mañana del día siguiente en la puerta del hostel. Una camioneta nos pasó a buscar y, cual estrellas de cine, viajamos por las rutas colombianas hasta llegar a Villa de Leiva, un poblado colonial declarado monumento nacional en 1954 que posee una de las plazas más grandes de Sudamérica.
Plaza principal de Villa de Leiva, Colombia

La serie La Selección recrea al equipo de fútbol colombiano que se hizo famoso entre los años 1987 y 1993. En ese período de gloria, el grupo se consagró con grandes logros como el regreso a un mundial después de treinta años de ausencia, ganar una copa Libertadores de América, conseguir contratos para jugar en clubes europeos y, sobre todo, crear una identidad en la manera de jugar. Los protagonistas de la novela son los cinco futbolistas que fueron figuras en esta selección tan respetada a nivel internacional: Carlos Valderrama, Freddy Rincón, René Higuita, Faustino Asprilla e Iván René Valenciano. Aunque no me guste recordarlo, este equipo es el que venció a Argentina por 5 a 0 en el estadio Monumental en el año 1993. La serie es muy famosa en Colombia y ganó varios premios en el ámbito local.
Los seleccionados para el bautismo actoral

La filmación se llevó a cabo en el Monasterio del Santo Ecce Homo edificado en el siglo XVII y declarado patrimonio nacional por su riqueza arquitectónica. Mientras el equipo de producción preparaba todo para el rodaje, las nuevas estrellas de la televisión colombiana fuimos recibidos con un completo desayuno para luego dar lugar a la prueba de vestuario. Nuestro papel, en este debut actoral, era el de jugadores de fútbol de un equipo italiano que presenciaban una misa en un pueblo de la Toscana. Las encargadas de vestuario, Sandra y Milena, no encontraron un talle de saco acorde a mi cuerpo; sin embargo no fue tan importante a la hora de grabar la escena ya que todos los extras aparecíamos sentados escuchando la misa y ningún televidente podría notar las desproporciones que en las siguientes imágenes quedan en evidencia.

Prueba de vestuario. No había buenos talles para mí :)

Maquillaje

En el medio el actor colombiano Omar Murillo, uno de los protagonistas
de la serie que interpreta al jugador Faustino “El Tino” Asprilla.

El rodaje de la escena, que tuvo que repetirse al menos quince veces, se trataba de la homilía de un cura romano en una misa presenciada por dos equipos de la liga italiana de fútbol. En un momento Omar Murillo, uno de los actores principales, se quedaba dormido y nosotros teníamos que reírnos de la situación. La escena parecía corta y sencilla, pero había que filmarla desde varios ángulos, por lo que el trabajo demandó más de tres horas en las que se intentó lograr la perfección que caracteriza a los profesionales detrás de cámara. Concluida la labor, nos permitieron recorrer el pequeño pueblo y, llegado el atardecer, emprendimos el camino de regreso a Bogotá donde nos agasajaron con una suculenta cena en el canal.

El director ultimando detalles
A punto de rodar

Este no fue un día como cualquier otro. Mi participación en el evento no cambió la trama de la serie, pero interpeló en forma directa la trama de mi viaje. El eco de mi risa quedó atrapado en algún rincón de la televisión colombiana y, probablemente, ningún televidente imagine que yo estaba ahí porque un día decidí perderme en la magia de los caminos. Los viajes, mirados en retrospectiva, dejan en evidencia ese bagaje de recuerdos que quedan perpetuados en el tiempo. No hay prisma económico que pueda actuar de filtro en este tipo de experiencias, donde la retribución tiene que ver más con el contenido onírico del minuto a minuto que con la inevitable paga.

Escribir mi lista de anécdotas me hizo tomar conciencia de cuán vertiginoso se vuelve el camino cuando uno empieza a caminar. El carácter invaluable de estas historias reestructura nuestro modo de apreciar la vida y, recordadas en el tiempo, parecen estar hechas del mismo material que los sueños.

Ser actor por un día me permitió conocer un rincón escondido del sur colombiano que no estaba en mi itinerario. Me enseñó también que por más que hagamos planes todo el tiempo, el universo ya tiene un plan para nosotros y que lo importante es estar atento a las señales que nos rodean.

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